Efecto Pigmalión y kendo

Efecto Pigmalión y kendo

El efecto Pigmalión es uno de los procesos mentales más ampliamente estudiados y que puede sernos muy útil o muy perjudicial según lo empleemos en cualquier ámbito, incluído el kendo.

Según el efecto Pigmalión, una persona puede conseguir lo que se propone simplemente por la creencia, propia o de terceras personas, de que puede conseguirlo.

El origen de dicho efecto se encuentra en un antiguo mito griego que describe cómo un hombre llamado Pigmalión se enamoró de una de sus esculturas. Según este mito, la escultura cobra vida gracias a Afrodita, que al ver el enorme amor que Pigmalión le procesaba decide darla vida. Fue por esta causa por lo que se le llamó efecto Pigmalión, ya que de tanto creer que su escultura estaba viva, finalmente llegó a estarlo.

Antes de pasar a explicar la relevancia de dicho efecto, hay que decir que existen dos tipos de Efecto pigmalión:

– Efecto positivo: gracias al cual se obtiene un beneficio positivo, pudiendo aumentar la autoestima y e incluso las capacidades en un campo en concreto.

– Efecto negativo: causante de un empeoramiento de la autoestima de la persona o de una disminución de sus capacidades en un campo en concreto.

En kendo ejecutamos una gran cantidad de ejercicios que precisan de concentración, práctica y tenacidad, y es por lo que podemos beneficiarnos o salir perjudicados por el Efecto Pigmalión.

A todos nos habrá pasado alguna vez que nuestra cabeza juega un papel decisivo en un entrenamiento o en una competición. Las típicas frase “últimamente estoy fuerte” o “hoy no me siento en forma” pueden variar el resultado de un entrenamiento, al igual que pueden variarlo en un combate el “no consigo encontrar ninguna oportunidad, voy a perder” o “voy a ganar, puedo hacerlo”.

Esto es porque las frases que, en ocasiones inconscientemente, pasan por nuestra cabeza crean una expectativa sobre lo que va a ocurrir y nos condicionan para actuar en consecuencia. El que tiene buenas expectativas tendrá una gran motivación y seguridad en sí mismo, lo cual elevará sus capacidades, mientras que el que tiene malas expectativas se desesperará y disminuirán sus probabilidades de lograr buenos resultados.

Por otra parte, no sólo son importantes las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos, también lo son las que sabemos que tienen los demás sobre nosotros.

Un alumno que cuente con un entrenador y unos compañeros que confían en él y en sus capacidades, que sabe que le tienen en cuenta y esperan grandes resultados de él, conseguirá elevar significativamente su autoestima,  su motivación y sus capacidades, así como sus resultados, que mejorarán incluso por encima de lo esperado.

Por el contrario, un alumno que es continuamente cuestionado, puesto en duda y evitado, será consciente de que los demás no confían en él y, a modo de profecía autocumplida, no progresará como podría hacerlo y se convertirá en alguien con bajas capacidades.

Alumnos y profesores debemos darnos cuenta del valor de las palabras y de cómo estas pueden influir.

En este aspecto, tenemos que tener cuidado de no etiquetar. Etiquetando a alguien corremos el peligro que lo acepte como parte de sí mismo y no espere mejorar. Sería el caso de un profesor que dice a su alumno novato “eres malo en competición”. Puede que el profesor busque con esa frase que su alumno mejore, pero está corriendo el riesgo de que se condicione, asuma que se le da mal competir y lo evite, o no espere de sí mismo grandes resultados al hacerlo, por lo que acabará por fracasar.

Por supuesto, un profesor puede llegar a tener muchos alumnos, y no siempre puede llegar a recalcar todo lo bueno de cada uno, dando a veces más importancia a lo que se hace mal para corregirlo. Sin embargo, debemos dar por hecho que ser maestro es tremendamente complicado  y que una de sus difíciles funciones es saber qué decir y cómo hacerlo para sacar lo mejor de cada alumno.

En cuanto a nosotros mismo, este es uno de los motivos por los que, además de entrenar el cuerpo, deberíamos entrenar la mente. No debemos dejarnos influir por un pensamiento negativo esporádico y, en cambio, trabajar sobre nuestras fortalezas. No podemos esperar que haya siempre alguien detrás para motivarnos y esperar algo de nosotros, tenemos que ponernos metas factibles y luchar por conseguirlas.

Sin duda, podemos conseguirlo!