Ritmo interno
Si atacamos continuamente a un mismo ritmo parece fácil de entender que el oponente no tendrá muchas dificultades para responder a nuestros ataques. Pero si no atacamos también puede que estemos dominados por un ritmo interno.
Este ritmo interno late dentro de nosotros y puede condicionar nuestros niveles de atención, ánimo, respuesta o el balance ataque-defensa entre otros. Estas alteraciones crean “huecos” que permiten al oponente atacarnos, pero muchas veces, cuando las vemos, no somos capaces de aprovecharlos por su corta duración. Si un oponente es capaz de “escuchar” este ritmo no sólo será capaz de ver los huecos, sino también de predecirlos.
Si alguna vez nos hemos encontrado con que un oponente parecía saber cuándo le íbamos a atacar o cuándo atacarnos sin que pudiéramos reaccionar, es posible que sea porque esté escuchando nuestro ritmo, y debemos poner remedio a esa situación.
Muchas veces no sabemos cómo estamos “escuchando” ese ritmo pero otras veces lo podemos percibir a través de toquecitos en el shinai, o desplazamientos adelante y atrás. A veces son cosas más sutiles como la respiración o la tensión de hombros en el kamae de nuestro oponente. La solución pasa por trabajar en eliminar los gestos parásitos y las tensiones innecesarias en chudan para atenuar las influencias de ese ritmo.
Si ya nos han escuchado no nos vale sólo con ocultarlo. No será fácil pero debemos alterar ese ritmo interno acelerándolo o ralentizándolo. Esto también hay que haberlo trabajado previamente.
Sobre si acelerarlo o ralentizarlo depende de cada uno. Un ritmo rápido resulta confuso y, aunque abre más ventanas, éstas son más cortas (nos pueden golpear hasta por azar). Un ritmo lento requiere más tiempo de estudio al oponente para entenderlo y abre menos ventanas, aunque en este caso son más duraderas. Lo mejor es no tener ritmo.
En mi experiencia todos tenemos un ritmo. No sé si con el corazón vacío (Mushin 無心) se puede conseguir eliminarlo, pero lo cierto es que las pocas veces que no lo he percibido me ha parecido que era más porque lo silenciaban que porque no lo tuvieran.
Por último recordar que el ritmo, como casi todo, es un arma de doble filo. Un oponente puede hacer tan palpable su ritmo que nos arrastre a seguirlo, sacándonos de nuestro ritmo natural. Un oponente más hábil puede mostrar un ritmo y tener otro.