Buen conversador en Kendo
Parte del aprendizaje en kendo consiste en aprender a dominar el “diálogo en kendo”, entendiendo como tal la comunicación que se produce entre dos personas en un keiko. En este caso vamos a centrarnos en la idea de cómo resultar un buen conversador, ya que de ello dependerá en gran medida la implicación y el aprendizaje mutuo. Un buen conversador nos incita a aportar y a implicarnos más y:
Dando más, aprenderemos más.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que, como decía mi profesora de lengua del instituto:
El lenguaje culto es el que se adapta al interlocutor.
Es decir, mantener siempre una corrección académica impecable no siempre es lo más adecuado.
Por ejemplo, si hablamos con un niño (o principiante) abusando de palabras (técnicas) que no conoce, no sólo corremos el riesgo de no hacernos entender, además conseguiremos frustrarle e incitarle a que intente hacer lo mismo tratando de imitar las nuestras sin saber aún como emplearlas y deformándolas en el proceso. Un buen conversador debe tener presente con quién se está comunicando, por lo que, en este caso, debe introducir palabras nuevas poco a poco y mantenerse en el ámbito de lo que ambos conocen el resto del tiempo.
Aplicado al keiko con un principiante, y especialmente si es un niño, no debemos abusar de técnicas avanzadas (o a veces incluso técnicas), si no colocarnos a su nivel introduciendo las técnicas poco a poco. Queremos que aprenda pero no puede aprender lo que no entiende ni repetir lo que no ve completamente.
En el caso de personas de edad avanzada debemos evitar hablar tan deprisa como haríamos con una persona más joven. El objetivo es que nos entienda, porque si no lo hace no podrá enseñarnos lo que sabe. En un keiko con un Sensei no intentaremos hacer keiko como si fuera un kakarigeiko a no ser que él nos lo pida.
Como contrapartida podemos encontrarnos en la situación de que alguien más joven emplee con nosotros palabras que no conocemos y acelere la conversación. En este caso debemos intentar adaptarnos y corregir sólo lo que no sea correcto, no lo no conocemos o que no nos resulta cómodo.
También debemos tener en cuenta que el que suelta un discurso no aprende mucho . El que lo escucha sólo aprende si lo puede seguir y aprenderá más si se le permite intervenir. Por eso son importantes en un keiko las pausas para escuchar al oponente. Darle la oportunidad de intervenir sólo enriquece el diálogo. Si no se puede intervenir el aprendizaje será incompleto. Que seamos capaces de hacer 2 minutos de men directo en un keiko no implica que debamos hacerlo, porque lo que me aporta esa práctica ya lo hacen otros ejercicios. En el keiko tengo un interlocutor y debo aprovecharlo e igualmente procurar serle de provecho. Debemos hacer pausas para ver qué tienen que decir y valorar si nos están siguiendo, ya que, como en cualquier conversación, de nada vale hablar cada uno de un tema.
Todo esto no implica que durante un keiko no podamos incluir otros componentes. Por ejemplo, en determinadas circunstancias podamos relajar el tono conversación y divertirnos. Incluso puede ser beneficioso, aunque mejor hacerlo sólo si conocemos al interlocutor. Lo que no puede haber es burla, debe ser una conversación desde el respeto. De la misma manera los “gritos” y las malas formas están desterradas del diálogo. Por mucha pasión que queramos poner en el mensaje no debemos estropearlo con un mal formato.
Por otra parte, no sólo la forma de la conversación es importante, también lo es el tema. Encontrar un tema común, o al menos compatible, es fundamental. Si somos unos grandes oradores del men hasta el punto de que el interlocutor no pueda intervenir a ese nivel merece la pena tratar otro tema que no dominemos tanto pero que permita la interacción mutua.
Otras veces podemos intentar plantear el mismo tema de conversación con diferentes oponentes en una misma sesión de entrenamiento. De esta manera podemos contrastar reacciones, recoger más información y en definitiva enriquecernos.
A veces hay conversaciones con una persona que se extienden en el tiempo durante varios keikos, retomándola como una vieja partida de ajedrez. Especialmente con oponentes con los que no se puede practicar tan a menudo como nos gustaría. Estas conversaciones, lejos de limitar nuestro Kendo, nos permite explorar detalles que sólo podríamos hacer de esta manera.
Para terminar es importante recordar que al hablar de este concepto hay un grupo al que debemos prestar especial atención por las particularidades que presenta, que es el de los niños. Cuando se trata de ellos debemos tener presente que siempre aprenderán más si se entretienen. Por eso será mejor reducir las correcciones a las más imprescindibles, dando especial importancia a valores, actitud y respeto, porque con estos conceptos bien asentados siempre habrá tiempo para correcciones técnicas.